jueves, 6 de septiembre de 2012

CAPITULO II "El Gran Lago"

     La noche había sido larga. Desde que salió de “el pez” y sintió un cuchillo contra su garganta Xells no había parado de andar, rogar, intentar escapar, remar, y ahora para colmo sus “socios” en la búsqueda de oro pretenden que se sumerja en el lago Fuecon y nade como un pez.

     La barca había sido fácil de conseguir, una pequeña embarcación de una sola vela y un mástil, pero suficiente para transportar a cuatro personas por el Gran Lago. Allí le dejaron amarrado después de quitarle sus armas y de dos intentos de fuga en los que recibió varios golpes por parte de Saycon, uno de los cuales, casi le rompe su prominente nariz. Esperó en el desgastado y astillado suelo de la barca, custodiado por Orescen y Egeno, hasta que el guardaespaldas volvió poco después del amanecer con un odre de piel de carnero, el cual, en uno de sus extremos llevaba cosido un tubo de acero. Según les contó, había visto a unos nativos de las islas Cion sumergirse con este objeto durante un largo periodo de tiempo. Saycon explicó a Xells su uso mientras zarpaban y aunque al principio no hizo caso de las indicaciones, un par de bofetadas le devolvió el interés.
 
    Las aguas del Gran Lago estaban en calma, aquí y allí se veían bandadas de garzas y patos, uno de los cuales cometió la imprudencia de acercarse demasiado al grupo. Saycon lo agarró por el cuello, se lo retorció y decidió convertir al pato en provisiones mientras miraba a Xells a modo de advertencia. “Ahora te voy a soltar, como intentes escapar otra vez te pasará lo mismo”, le dijo. Era difícil escapar estando en mitad del lago así que una vez le quitaron las cuerdas, tubo la tentación de atacar a sus captores, pero tres contra uno siendo el  “el uno” era una proporción que no le gustaba. El viento cesó y la vela ya no era capaz de mover la barca, por lo que le pidieron que se pusiera a remar mientras ellos disfrutaban del paisaje. Xells se negó amablemente haciendo ciertas referencias al trabajo en burdeles de sus hermanas y madres, un nuevo bofetón de Saycon que casi lo tira al agua le convenció de que remar era un ejercicio sano y le vendría bien.
     Pasado el mediodía y después de una comida a base de carne salada y pan duro, Orescen que era el que más entendía de mapas, decidió que habían llegado al punto que marcaba el hundimiento, lanzaron un pequeño ancla al fondo del Fuecon e iniciaron una nueva discusión.    
   
     -Venga Xells, no me gusta ver como te pegan después de todo me caes bien, sumérgete y busca ese barco. He hablado con Orescen y te daremos una parte de lo que encontremos- le susurró Egeno al oído en tono paternal  asegurándose de que Saycon no le oyera.

     “Pobres” pensó, si encontraban algo en el fondo del lago, lo mas probable sería que sus cuerpos sin vida con las gargantas cortadas quedasen flotando en el agua mientras Saycon empezaba una nueva vida en cualquier lugar del continente.

     -Toma, átatela a la cintura- le dijo el guardaespaldas mientras le ofrecía una cuerda- cuando te falte el aire da unos tirones y te subiremos rápidamente a la superficie, tranquilo no permitiremos que te ahogues.

     -No voy a sumergirme, no soy ningún héroe en busca de aventuras ¿sabes?

     -Lo se, pero vas a llegar al fondo del lago por las buenas o por las malas, ¿cómo prefieres?

     -¿Por qué no vas tu?

     -Porque tengo una espada y tu no.

     -Eres un hijo de puta- las palabras contenían odio y sus ojos lo reflejaban. En respuesta a ellas Saycon levantó la mano y ésta describió un amplio arco de arriba abajo, siendo el centro de este arco la cara de Xells que volvió a ver de cerca el suelo de la barca.

     -Levántate y coge la cuerda me estás empezando a hartar.

     -Ni mi padre me ha pegado tanto- dijo mientras se incorporaba y recogía la cuerda de manos de su agresor- voy a tener que matarte.

     -Inténtalo, pordiosero, y tus tripas alimentarán a los peces.

     Las primeras zambullidas fueron cortas, mas para que Xells se familiarizara con el funcionamiento del odre de piel de carnero, que se había fijado al pecho con una cuerda, que para inspeccionar realmente la profundidad del lago. El manejo del objeto era sencillo, iba lleno de aire, el tubo se doblaba sobre el odre para impedir la entrada de agua cuando el portador necesitaba respirar, deshacía la doblez e inspiraba por la boca el aire del interior del odre volviéndolo a doblar inmediatamente; de esta forma, Xells se dio cuenta de que podía permanecer sumergido unos mil latidos, tiempo suficiente para alcanzar el fondo. Con cada nuevo intento descendía un poco más. Se aseguró de calcular el tiempo que tardaban en subirlo tras dar los tirones a la cuerda que llevaba amarrada a la cintura, debía de hacerles mucha falta a los de arriba pues tiraban de él como un lobo  hambriento tira de la carne de su presa para desgarrarla y comerla. En su descenso empezó a toparse con la fauna del lago, Truchas, Barbudos, Salvelinos y Trochas hicieron que le apeteciese cenar pescado esa noche. Más abajo pudo ver caminando sobre el fondo langostas, vio algas y plantas acuáticas de numerosas formas y colores, un espectáculo que las claras aguas del lago permitían disfrutar con nitidez. Todo muy bonito, pero ni rastro de un barco.
     La noche llegó y el grupo decidió dejar la búsqueda para el día siguiente. Xells se secó lo mejor que pudo, se puso su ropa y se acomodó en la popa disfrutando de la luna llena que dominaba el cielo iluminándolo todo. Orescen y Egeno comenzaron a preparar queso y más pan duro para cenar, mientras tanto, Saycon se sentó en la proa y se dedicó a observar atentamente la popa del barco. Sus miradas se cruzaron y se inició una lucha silenciosa ¿quién sería el primero en apartarla? Los ojos de Saycon eran azules, fríos, los de Xells marrones, brillantes, puro fuego, ninguno pestañeaba, ninguno cedía, podrían haber estado así toda la noche pero Egeno se acercó a Xells para ofrecerle la cena interrumpiendo así el duelo.

     -Venga, tengamos la noche en paz- dijo el leñador- estamos juntos en esto, no conseguiremos nada peleándonos entre nosotros, y tu Xells, míralo de esta forma, Orescen y yo hemos puesto la barca, las provisiones y todo lo demás, lo justo es que tu también colabores ¿no?

     -Puedo colaborar sin que me partan la cara ¿sabes?

     -Reconoce que hasta ahora no has sido muy colaborador- puntualizó el mercader mientras se acercaba a la borda para orinar- eso sin contar que todo esto empezó porque tu intentaste engañarnos.

     -Si, nuestro chico ha sido tan colaborador como la presa de un Inmrill- ironizo Saycon.

     -Los Inmrill,- Orescen vio una oportunidad de dar un giro a la conversación y eliminar tensiones y decidió aprovecharla- pude ver uno junto a su dueño mientras compraba madera en Acarta, sentí miedo, no me extraña que muchos digan que dominan el mundo, esos Psikions tienen algo que hiela la sangre.

     -Y tanto, yo vi como atacaban a uno, -afirmo el guardaespaldas- me encontraba en una taberna de Xito y allí estaba, sentado en una mesa con una túnica azul oscuro, llevaba unos símbolos bordados con hilo de plata en su centro, y la capucha le ocultaba el rostro. Entonces entraron tres hombres espada en mano y se dirigieron directamente hacia él. Cuando estaban a unas cuatro varas uno de ellos voló contra la pared, se golpeó la cabeza y quedó inconsciente, los otros corrieron hacia el Psikion. La espada del que iba detrás impacto contra el cuello del que iba delante, la sangre casi me salpica a mi, me levanté entonces solo para ver como el desgraciado caía al suelo con la yugular abierta y se formaba un charco de sangre a su alrededor. El que quedaba llego al borde de la mesa pero en vez de atacar se arrodilló, soltó la espada como si se hubiese quedado sin fuerzas, sus ojos quedaron fijos y allí se quedó. Horas después todavía intentábamos reanimarlo, parecía una planta, sin movimiento ni habla, un muerto en vida, por lo que se, aguantó meses así antes de morir. El Psikion se levantó de la mesa pagó y se fue, el muy hijo de puta ni siquiera miró atrás, acabó con tres hombres armados sin moverse, como para no tenerles miedo joder.

     Continuaron hablando de los Psikions durante un buen rato, cada uno aportando lo que conocía o le habían contado sobre ellos. Psikions, Psi mente, Ki energía, Ons dominadores, los dominadores de la mente y la energía, una orden a la que solo acceden personas con ciertas habilidades mentales. El ingreso de nuevos miembros se hace mediante la superación de pruebas y en muchos casos puede ser obligatorio. Muchos son los  niños separados de su familia por lo que los Psikions no cuentan con muchos amigos fuera de las islas Acaxnes.

    La noche avanzó, los temas de conversación iban y venían comercio, luchas, mujeres… hubo bromas y risas y todos consiguieron relajarse un poco, incluso Xells y Saycon intercambiaban alguna que otra palabra y se pusieron de acuerdo en que robar no siempre estaba mal. Fue justo cuando ya iban a dormir cuando a Orescen le entraron ganas de hacer de vientre, orinar por la borda no molestaba a ninguno de ellos, pero ver al gordo mercader en cuclillas, con la calva y el cuerpo cubiertos de sudor, haciendo esfuerzos y su gran trasero fuera de la embarcación era algo que no gustaba ver a nadie.

     -Joder, ¿qué te queda?- pregunto Egeno- me estás revolviendo el estómago.

     -Peor lo estoy pasando yo- contesta Orescen entre jadeos- llevo cinco días sin cagar, un poco de paciencia por los Dioses.

     -Los Dioses no están aquí para oler lo que sale de tu culo, los cadáveres que se descomponen huelen mejor.

     Afortunadamente el espectáculo no duró mucho no obstante, el olor de las heces era insoportable y parecía que se hubiesen quedado flotando alrededor de la barca. El leñador comenzó a dar arcadas y ponerse pálido, decidieron entonces izar el ancla y mover la embarcación a otro punto distinto del lago. Entre críticas y bromas hacia Orescen y lo que había salido de sus intestinos realizaron la maniobra, que resultó sencilla gracias a la luz de la Luna. El sueño les alcanzó a todos y lograron dormir hasta el amanecer.

     Con el nuevo día llegaron nuevas discusiones, Xells volvió a negarse a bucear y Saycon seguía en su empeño de que lo hiciese. Afortunadamente, esta vez no hizo falta ningún tipo de agresión para que Xells cediese, se quitó la ropa, se amarró la cuerda a la cintura, el odre de carnero al pecho y se zambulló en el agua. No tardó mucho en ver los restos de un barco, pudo seguir su descenso pero decidió subir a la superficie para comunicárselo a los otros.

     -Está aquí- dijo una vez recuperado el aliento y con los brazos apoyados en el borde de la barca- no se si será el del mapa pero hay abajo están los restos de un naufragio, la mierda de Orescen nos ha guiado ja,ja,ja,ja.

     -Si, demos las gracias a Orescen y su mierda ja,ja,ja, estando él cerca no se necesitan mapas- dijo Egeno entre risas- tu grandeza se recordará a partir de hoy y solo será superada por tus grandes cagadas ja,ja,ja.

     -Ya basta- Saycon cortó las mofas de raíz y no precisamente para defender al mercader de las bromas sino mas bien porque la noticia lo había puesto en guardia nuevamente. Si algo le había enseñado la vida es que no hay amigos si hay dinero de por medio- venga chico, ve a ver que encuentras, no quisiera pasar otra noche aquí.

     El cuerpo de Xells delgado y fibroso era ideal para el buceo, no tardó en llegar a las profundidades del Fuecon, una vez allí comenzó a impulsarse hacia el barco utilizando las rocas que sobresalían del fondo. A medida que se iba acercando pudo observar que se trataba de un Jabeque con sus tres velas, en sus días debió ser uno de los barcos más veloces que surcaron las aguas del Gran Lago. Ahora estaba cubierto de moho, la madera estaba podrida, algas y plantas marinas parecían alimentarse de el. Cuando contabilizó quinientos latidos encontró una abertura por la que acceder al interior del barco, al otro lado estaba oscuro, afortunadamente pudo constatar que entre las grietas de la deteriorada madera se filtraba la suficiente luz como para poder ver. Cogió aire del interior del odre, seiscientos latidos, sus ojos lo escudriñaban todo pero no había nada de interés, estaba rodeado de peces, agua y oscuridad. Llegó a los camarotes, cuatro a cada lado de lo que antes había sido un pasillo transitado por los pasajeros del Jabeque y uno mas al fondo. Inspeccionó los dos mas cercanos a el, al apoyarse en el marco de una puerta para darse impulso ésta se quebró y una astilla se le clavó en la mano. Sangró, y rogó para que ninguna de las grandes serpientes del Fuecon anduviese cerca. Inspiró de nuevo del Odre, ochocientos latidos, el momento de salir de allí, pero algo llamó su atención. Un destello llegaba del último de los camarotes, el que se encontraba al final del pasillo, ¿qué podía brillar en aquella oscuridad, en aquel recuerdo de lo que una vez fue un barco y que ahora estaba cubierto de algas? Decidió averiguarlo, un nuevo impulso le llevó al noveno camarote. La estancia era amplia al igual que el resto del barco, estaba llena de moho, algas, y tablas rotas por donde se filtraban débiles rayos de luz solar. Unos tenues destellos de colores rojo, azul  y verde daban un aire fantasmal a la habitación y el esqueleto que encontró no sirvió para calmar a Xells. Allí estaba, los hilos de lo que antes había sido una túnica de color gris plateado flotaban en el agua, en su pecho un colgante oxidado y deformado, en la cintura restos de un cinturón valioso en el que ahora solo se distinguían tres formas circulares, una grande central y dos mas pequeñas a los lados. Sentado sobre una silla de madera de respaldo alto, tan deteriorada por el paso del tiempo que no aguantaría el peso de ningún vivo, aquel esqueleto sostenía en una de sus manos que apoyaba en un reposabrazos, un medallón del que emanaban los colores y que parecía ofrecer a Xells. De forma triangular, con varios troquelados en forma ovalada, llamaba la atención en su centro una estrella de seis puntas y dos de cinco puntas a sus lados. Tres gemas se alineaban para dividir verticalmente el colgante, la superior azul, un azul tan oscuro que la luz que emitía parecía que fuese a volverse sólida en cualquier momento. En el centro una roja, roja como las llamas, su luz era suave y envolvente, como si estuviese y no estuviese en todos sitios a la vez. La inferior era verde, la luz que proyectaba cambiaba de tonalidades como cambia el verde de los bosques. Mil latidos, inspiró todo el aire que quedaba dentro del odre. Xells no podía irse sin el regalo del habitante del barco, se impulsó, dio grandes brazadas y agarró lo único en aquel lugar que había resistido al paso de tal vez cientos de años, le pareció incluso que una sonrisa se dibujaba en el rostro del esqueleto cuando cogió el medallón. En ese momento los resplandores cesaron, huesos y silla se deshicieron quedando millones de partículas de ambos flotando en el agua, mezcladas, sin saber donde acababa uno y empezaba otro, sin dejar rastro de que hubiesen estado allí. Dio enérgicos tirones a la cuerda que llevaba a la cintura, nadie tiró de el. Comenzó el ascenso mientras seguía dando tirones “¿esos cabrones pretendían ahogarle?” pensó, “eso no tenia sentido ¿para que querrían verle muerto sin saber si había encontrado algo?” siguió su desesperada carrera rozándose contra la desgastada madera. Arañazos y rozaduras cubrieron su cuerpo, llego a mil cien latidos cuando abandonó el barco, sus pulmones querían aire y estaba rodeado de agua, le dolían, no podía aguantar más, en su última y desesperada brazada abrió la boca y el agua entró. Mil doscientos latidos, justo cuando iba a perder la consciencia llegó a la superficie, escupió, tosió y agotado se quedó flotando unos instantes mientras su cuerpo recibía ávidamente el aire que necesitaba.

     Localizo la barca y vio a sus tres acompañantes de pie, sin hacer caso de la cuerda de la que llegado el momento tirarían para sacarle. Nado sigilosamente hacia ellos, llego al borde de la embarcación y subió haciendo el menor ruido posible, ninguno se percato de su presencia, estaban mirando fijamente hacia el norte y entonces Xells también lo vio. Cientos, tal vez miles de barcos se dirigían hacia ellos, Kradras, de una vela con escudos a los lados, Dromones, gigantes de combate equipados con enormes ballestas y catapultas e impulsados por mas de cien remeros, Galeras, Jabeques, pero también Cocas, para el transporte de mercancías y viajeros, barcas de todo tipo e incluso embarcaciones pequeñas, posiblemente de humildes pescadores. “¿Nos invaden?” pensó, “no, esto no es una invasión, esta gente viene huyendo de algo”. Entonces Xells vio su oportunidad, Saycon le daba la espalda, cogio carrerilla, y exclamando “¡¡TOMA!!” lanzo una patada contra la entrepierna del guardaespaldas que la recibió sin poder hacer nada. La señal de dolor colapso el cerebro, palideció, callo al suelo agarrando sus testículos con las manos, aparecieron nauseas a las que siguieron los vómitos mientras su cuerpo convulsionaba. Orescen y Egeno intentaban sujetarlo, lo pusieron de lado para que no se ahogase con sus propios fluidos e intentaron que no se mordiese la lengua ni se atragantase con ella. Lo último que vio Saycon fue a Xells con un colgante que antes no tenía, recogiendo sus pertenencias y lanzándose al Fuecon en dirección a una de las embarcaciones que ya empezaban a pasar junto a ellos.

    
    
    
    

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